segunda-feira, 11 de junho de 2012

Nadie nace en una flor (diario del 08/06/2012)


Lugar, espacio, territorio, propiedad, hogar, mi hogar, casa, mi casa.

Cómo se comparte el espacio? Cómo se divide la cantidad de espacio que pertenece a cada uno en nuestro mundo? Mi espacio soy yo quien elijo? Cómo mido eso? Cuánto espacio ocupan los lugares para la vida de los seres humanos? Y de quién es, realmente, el espacio? 

Son las seis y poco de la mañana del día  8 de junio del año 2012, día marcado por el cristianismo. Estoy acostado del lado de afuera de una iglesia evangélica, en frente a la plaza de Cinelândia. A mi izquierda, la tía Patricia ya despierta y Mateus aún durmiendo. Abren las ventanas del comercio religioso y me piden diplomáticamente para salir de su (o de nuestro) espacio. La tía Patricia me dice que puedo ir a acostarme y continuar durmiendo en la calle de atrás (calle Álvaro Alvim). Cojo mi cartón, mi saco de dormir rojo y mi colcha que me regalaron Diego y Sol. 

Llego a la calle de atrás y me encuentro con una pareja, Alexandre y Danieli. Son una pareja de jóvenes entre 20 y 25 años, simpáticos y parceros, como se dice “están conmigo”. Me quedo cerca de ellos acostado; veo un hoyo que parece ser la puerta de una casa de ratas. Cinelândia tiene su propio acampamiento de ratas, distribuidas por varios punto de la plaza y alrededor. Entre ellos, la calle donde voy para seguir durmiendo. 

Pongo un pedazo de cartón para tapar el hoyo, armo mi cama y me acuesto cubierto hasta la cabeza con mi colcha. El día está frio y nublado, día bien invernal. 

Alexandre pregunta por la hora y respondo: seis y treinta y ocho. Alexandre hace gesto de quien no está muy conformado con la hora y sigue acostado abrazado de su novia.  

Sigo durmiendo un poco más con ganas de despertar al medio día, pero la llegada de Cigano me hace despertar luego; comienzo a conversar con él. Giovani o “Cigano”, su apodo, es un joven de 23 años que vive en la calle ya hace un tiempo. Lo conocí el año pasado en el acampamiento de Cinelândia y nos hicimos muy parceros, al punto de hablaren por ahí que estamos casados. Nosotros jugamos con el casamiento tantrico; tenemos máximo respeto con nuestros sentimientos. 

Cigano viene a despertar a Alexandre, parece que tienen que salir a trabajar. Me cuenta que están trabajando en una construcción en el barrio de Lapa. Sale por un momento y llega con un café que compartimos entre los cuatro.  Danieli pide monedas a un señor que pasa por la calle y con ellas compra un macarrón. Cigano y Alexandre salen y Danieli me invita a quedarme al lado de ella compartiendo del cartón. Son casi las 10h y llega más una pareja; estos son más viejos. Es la tía Luciani y su esposo Luciano, ambos tienen 30 y pocos años. Se acuestan a nuestro lado. Comenzamos a conversar cuando vuelven Alexandre y Cigano. Parece que el día de hoy no van a trabajar. 

Son casi las 10h y me preparo a ir a bañarme, hoy tengo ganas de invadir una universidad que queda cerca del centro a higienizarme en uno de sus baños. Es un espacio que ya conozco y donde ya he ido a bañarme y a higienizarme en otras oportunidades.  

 En la hora de bañarme, siento que estoy apenas cobrando la parte que me pertenece de la universidad. Todos pagamos las universidades federales, pero no todas ellas son utilizadas por grupos específicos. Pagamos la manutención de un espacio enorme, con grandes salas y baños para aprender como participar más activamente de las crueldades del sistema. Todos los habitantes de la calle deberían tener derecho a, por lo menos, bañarse e higienizarse en ellas. 

Llego al lugar y está cerrado, me acuerdo de la huelga de 80% de las universidades federales, me acuerdo también que no vi eso en ningún informativo periodístico. 

Voy caminando hasta el MAM, en donde existe la posibilidad de bañarme de arte.... perdón, de bañarme con balde. Llegando allá, me encuento con Diego y Sol acompañados de más dos personas. Los saludo a todos y me siento al lado de un latón en donde improvisaron un método de hacer sopa. Me invitam, pero no tengo ganas de almorzar tan temprano. Me quedo ahí, esperando la posibilidad de bañarme sin que los policías vengan nuevamente a incomodar. Este momento no llega nunca. Ya son las 11h y los niños tienen ganas de seguir comiendo, entonces decidimos ir al restaurante popular en la Estación Central de Brasil.  

El Restaurante Popular funciona de lunes a viernes, de 7h a 15h. Es un proyecto del estado y para almorzar en este lugar, hay un costo de R$1 por persona. El lugar junta la mayor cantidade de población de calle del centro de la ciudad, entre otras personas que almuerzan ahí también. La comida mismo que se trate de modificar con algún tipo de carne, generalmente es arroz, fríjoles y fruta; a veces pan y a veces café. Llegando allá, veo carteles: “Estamos sin agua, el fríjol será disminuido” o “Estamos sin agua, baños sin funcionamiento’.  No es novedad la falta de agua allá. 

Después del almuerzo, estamos volviendo al MAM, pero en el camino Pati (parcera en el proyecto) me llama a preguntarme que pensaba de distribuir unas ropas que tenía guardadas en su casa de una antiga colecta. Pienso que la idea es muy buena y voy a su casa a ayudarla. Nos encontramos con otro parcero del proyecto, Gil, y salimos a Cinelândia con las cuatro bolsas de ropa. Llegando allá, dejamos en manos de ellos propios la distribución, todos cogieron algo. Logré llevar algunas ropas a las tías Patricia y Luciani, que estaban en la calle de atrás (Calle Álvaro Alvim). Llegando allá con las ropas que separé para ellas, me encuentro con una sesión de salón de belleza. Las tías se estaban pintando el pelo y depilando el rostro. 

En el medio de la sesión, llega una visita inesperada de un conocido de Ocupa Rio, él llega a conocer desde cerca el proyecto. Se simpatiza y piensa en traer algunas cosas, además de conocer de cerca la vida de aquellas personas. Unicamente su interés de haber llegado hastá allá y haberse dispuesto a conocer la vida de esa población tiene un valor muy grande. La sensación que tengo es que dimos un paso adelante. 

 Sigo con las tías y su sesión de salón de belleza, donde también entro a participar. La tía Patricia, además de afeitarme, me corta el cabello y me hace un peinado, todo con el intuito de ir esta noche al baile funk junto a Danieli, Cigano y otros niños que quedan en la pista y saben divertirse bastante. El corte de cabello justifica más aún mi necesidad de bañarme. La tía Patricia me pide para llevar a Mateus también para bañarse, entonces vamos los dos al Museo de Arte Moderna.

Llegamos allá, cogemos un balde y aún haciendo un poco de frío, nos bañamos. Mateus coge una flor de un árbol y se pone a jugar con ella. Este clima inevitablemente me trae recuerdos de mi casa, en Patagonia. Mateus está jugando con la flor, describe un hogar para los insetos, dice que ahí viven, esa es su casa. Siento el despertenecimiento del espacio natural como casa, el estado, el sistema, la sociedad misma que se conforma con ese modo de vivir y asume que un espacio natural no puede ser nuestra casa, a no ser que paguemos por ese espacio. 

Los insectos tienen su casa natural sin preguntar a nadie y todos ellos parecen compartir el espacio, todos trabajan para la comunidad. La naturaleza parece determinar eso; los humanos parecen romper con esa “forma natural de ser”. Sin embargo, entre los humanos, nadie nace en una flor. 

Intento ser lo mas rápido posible para no llamar mucho la atención de la policía. Mateus hace lo mismo. Terminando de bañarnos, vamos a secar nuestros shorts en una especie de alcantarilla por donde sale aire. Mientras secamos la ropa, Mateus me canta un funk y me pide que le cante uno de los míos. Mateus canta varias veces al día ese funk mío y si llega alguien nuevo, siempre me pide que lo cante. 

Son las 17h26, tengo que ir a la Casa Francia Brasil a aprovechar el internet allá. Dejo a Mateus con su madre y salgo caminando con la sensación de llegar tarde para el tercer post del diario. En la Casa Francia Brasil, las dos computadoras estaban ocupadas, entonces veo con Pati de ir a su casa y hacer la revisión allá.

Luego de la revisión ya son las 19h16, horario para salir a coger los pasteles que regalan en la calle Miguel Couto. Nos quedamos esperando en la puerta de la iglesia con otros habitantes de la calle. Conversamos sobre muchas cosas. El debate de hoy es sobre las clases sociales. Pati, que interviene conmigo en ese momento, habla de su ideologia y su postura con respecto a la sociedad. Intenta explicar su visión a un señor, que pone su postura de entender como tener éxito es tener dinero y bienes materiales.  

Pienso que es de muchísimo valor poder ser observador de debates espontáneos tan ricos como esos. Pienso que el sistema confunde, el sistema aplicado por nuestra sociedad maltrata al punto de no solo quitar de quien no tiene los mismos bienes materiales, sino también hacer PENSAR y SENTIR que, por no tener esos bienes, somos fracasados, mal sucedidos, dignos de pesar, lástima, somos sobra.  Estoy seguro de que esa cuerda que la sociedad enrolla en el cuello de la población de calle está apretando demasiado. El estado piensa que nadie lo está mirando, la realidad es que durante mucho tiempo nuestros ojos esquivaron el estado como culpable de nuestros propios enfrentamientos. Pero, cuando la cuerda aprieta demasiado, el pueblo comienza a reaccionar. No tengo miedo, estoy preparado. Es solo saber aferrarse bien, mi miedo es de quien pueda caer. Siento la población de calle bien aferrada, siento que si esa población logra unirse, algo muy grande puede suceder. Siento una energia grande acercándose, quiero estar ahí para poder ver...

Después de coger los pasteles, volvemos a Cinelândia. Pati se retira a su cotidianidad. Yo me quedo en la pista, jugando con Mateus. Llega el tío (mario de la tía Patricia), en ese momento no me acuerdo su nombre. Él me cuenta que, de joven, le gustava mucho el funk antiguo, que siempre iba a los bailes funk, sabía muchas canciones. Me regala algo lindo, para mí, que soy funkeiro, uno de los mejores. Comienza a cantar funk de los antiguos y me siento en una clase musical de la historia del funk carioca. Él canta con un sentimiento que parece estar presente en aquellos momentos, describe los bailes de la época como algo maravilloso, “el baile funk de la favela era otra cosa”, dice. Hoy casi no tenemos baile funk, y si tenemos, claro, no estamos hablando de los mismos. El funk melody antiguo tiene un romanticismo penetrante. Las letras hablan de amor, de respecto, comunidad. 

Llueve y por eso cancelamos la ida al baile funk. Me acuesto nuevamente afuera de la iglesia evangélica en frente a Cinelândia, son más de 21h y mis ojos cierran de sueño. Pienso en muchas cosas, pienso que esta experiencia está siendo muy importante para mi, siento las ganas que tengo de que los ciudadanos carioca lleguen más cerca de la población de calle. Me siento protegido. 

Soy despertado nuevamente por Pati, que llega con André (amigo nuestro) y otro joven. El último se queda por un instante, en cierto momento retira una flauta traversa y comienza a tocar. El sonido acompaña el momento y crea en mi cabeza una escena de película, una linda escena. Mateus quiere experimentar tocar el instrumento. Intenta, intenta, pero no lo logra. El flautista guarda su instrumento y se va. Somos más de 5 personas ahora, acostados juntos. Llega más una mujer que se queda durmiendo en la plaza, está con su hijo de 2 años que también se llama Mateus. 

Comenzamos a jugar con los niños mientras conversamos. La escena es de unión, nos estamos conociendo, compartiendo un mismo espacio, para entendernos, convivir, fortalecernos. La lluvia no para, por el contrário, parece que aumenta.  

André se retira. Compartimos el espacio con los tíos y Mateus, entre uno y otro personaje que viene pasando y se va. Es viernes, y por mi presentimiento de viernes, algo diferente va a pasar. Nada de Lapa o de fiestas. Existe hoy otro viernes, que se desfruta desde la pista...